La Enfermedad de Parkinson es un trastorno en el que las capacidades que se pierden no se llegan a recuperar del todo nunca. Cuanto más tarde se actúa frente al desarrollo de los síntomas, peor es el pronóstico de la enfermedad y, por tanto, la calidad de vida del paciente (1).
La visita con el neurólogo es fundamental para tener una buena calidad de vida, de ahí la importancia de prepararla lo mejor posible, recoger toda la información sobre el progreso de la enfermedad y transmitirla al médico el día de la consulta.
El Parkinson es una enfermedad compleja con una sintomatología muy diversa, que afecta a numerosas facetas de la vida tanto del paciente como de su entorno. Conocerla bien puede ayudar a convivir con ella, mejorando la calidad de vida del paciente y la persona cuidadora. Esta última es el punto de contacto en el flujo de información entre el hospital, los médicos y el paciente.
El papel del cuidador es esencial para detectar cualquier cambio en la situación del paciente dado que es la persona más cercana, con la que se comparte más tiempo y, por tanto, con la que el vínculo es más estrecho.
Por tanto, si se detecta que la medicación ha dejado de hacer el efecto esperado, que algún síntoma se ha hecho más evidente o han aparecido nuevos síntomas, es importante no dejarlo pasar acudir al médico para que valore si es necesario algún ajuste en el tratamiento del paciente. Identificar estos cambios y anotarlos es el primer paso de cara a actuar frente a ellos, ya sea con el médico de cabecera, el enfermero o el neurólogo.
